sábado, 25 de enero de 2014

La bailarina de las manos sagradas: Tórtola Valencia



Son ligeras, prolongación armoniosa de los brazos. Unas manos pueden expresar todas las emociones, te invitan o te rechazan. Pío Baroja le dedicó a la gran Tórtola Valencia este apasionado poema:


 "Tus manos son cual dos palomas blancas
 de tu hermosura en el radiante cielo
 porque el poder de tus miradas francas
 las detuvo en su vuelo.
Senderos son de gloria tus dos brazos
 y son tus manos mágicas y bellas,
 de esas dos cintas de sutiles lazos
 a dos broches de estrellas.
Son terribles, sagradas y piadosas;
 con tus uñas clavadas en mi cuello moriría,
creyendo que dos rosas con sus espinas fieras
y celosas señalaban mi muerte
 con el sello de las muertes gloriosas".



Carmen Tórtola fue la musa de los jabones Maja e, inspirada probablemente por Isadora Duncan, una apasionada de las danzas orientales, las que estudió y aprendió en sus numerosos viajes. Bailó en toda Europa y Latinoamérica, cosechando grandes éxitos. En la revista Añil, Zuel le dedica un precioso artículo:  Tortola Valencia



martes, 14 de enero de 2014

Los Tres Estilos de Danza Oriental 'Cabaret': De Egipto, Líbano y Turquía. por Devorah Korek



Texto extraído de Sarabi

Hace poco tiempo estuve en una boda en el Cairo donde tuve la oportunidad de observar algo casi insólito: una conocida bailarina turca actuaba con un grupo de músicos egipcios. Al terminar su show, el público, egipcio en su gran mayoría, aplaudió con cortesía, pero faltaba esa reacción de locura tan típica que suele acompañar la demanda para el inevitable bis… ¿El problema? Pues… los egipcios dirían que ella bailaba bien, pero que le faltaba el duende egipcio, esa cosa efímera pero imprescindible. Y eso, a pesar de seguir ‘correctamente’ los ritmos y las canciones de los músicos. Escuché varios comentarios de parte de los invitados que lo dejaron claro. Para ellos, no había comparación: sus compatriotas lo hacen ‘mejor’, son las más ‘auténticas’, etc.


jueves, 9 de enero de 2014

Sentires

fotografia http://marahuaca.com/

La música te envuelve como una bruma de terciopelo carmesí, tu cuerpo es una onda de movimiento infinito. Los pies descalzos se deslizan suavemente, casi imperceptibles. El tronco y la cabeza se inclinan hacia atrás, las manos se vuelven mariposas que te acarician el pelo.

La llama del fuego interior se aviva, eres la pasión, puro sentimiento. El movimiento se torna vigoroso, lleno de fuerza.

Y de repente la música y tú os volvéis uno, y en ese instante rozas un pedacito de Cielo. Has mirado a los ojos de la Diosa y la has venerado, te has convertido en ella, te ha hecho danzar.